Pros y contras de tipos de combustible

Dicen algunos especialistas que hay una ecuación muy sencilla de comprender: transporte sucio = aire sucio, y ante ese planteamiento cabe recordar que la industria automotriz mundial está en plena transformación por ser una pieza clave para reducir las emisiones contaminantes de efecto invernadero del planeta, por su tamaño global y gran influencia en otras industrias.

En el sector automotriz es común escuchar que alguna marca presentó al mercado nuevos modelos de vehículos híbridos, pero lo cierto es que también se está dando prioridad a la producción de vehículos totalmente eléctricos, precisamente utilizando las versiones híbridas como un paso intermedio, por la conveniencia y facilidad de la recarga de combustible.

Sin embargo, al parecer los modelos eléctricos no son la panacea: la huella de carbono que emiten por la extracción y proceso del litio, además de su proceso para hacer las baterías, es sumamente contaminante, a tal grado que casi equivale a la que emite un vehículo de combustión en toda su vida útil. Asimismo, se deben procesar las baterías de litio al terminar su vida, ya que pueden ser sumamente contaminantes si se dejan al aire libre.

De ahí que se estén buscando otras alternativas hacia el futuro, comenzando por fabricar baterías con tecnologías que no utilicen litio, pero que sean más baratas de producir y tengan una mayor capacidad de almacenamiento de energía. Otra opción la representan las células de combustible y el uso del hidrógeno para impulsar los vehículos.

 

Los camiones pesados

En el caso de los transportes pesados, esta tendencia es notable: varios fabricantes ya ofrecen vehículos totalmente eléctricos, aunque sean más para uso urbano que para largas distancias, porque se requieren instalaciones de recarga; lo ideal es que puedan recargarse durante sus trayectos sin tener que entrar a las ciudades o llegar a su base.

Sin embargo, una de las principales desventajas de los vehículos eléctricos es el peso de las baterías, que afecta la capacidad de carga que puede transportar; por esto no hay una demanda masiva por estos vehículos, además del costo. También, la vida útil de las baterías es limitada, menor al de un motor de combustión, y su reemplazo es caro, sobre todo porque se realiza más de una vez durante la vida útil del transporte.

Una opción que se estudia para ayudar con la recarga de las baterías es que los vehículos cuenten con paneles solares, para que las baterías puedan recargarse con la energía del sol. La desventaja es que la capacidad de las celdas solares aun no es suficiente para hacer una recarga completa de las baterías; ayudan, pero no son una solución completa y solo funcionan de día.

Otro de los problemas para este tipo de vehículos en México es la falta de infraestructura de recarga; se necesita que en las carreteras y zonas industriales haya lugares de servicio para ellos, para que pudieran planear sus recorridos según la disponibilidad de hacer recargas y poder continuar su camino, sin tener que llegar a su base.

 

La opción del hidrógeno

Pero la industria sigue buscando otras alternativas para alcanzar las “cero emisiones”; por ello se trabaja desde hace varios años con el hidrógeno de dos formas, una para ser combustible en motores tradicionales de combustión; y otra a través de las células de combustible que utilicen directamente el hidrógeno.

En el primer caso se puede adaptar un motor para el uso del hidrógeno como combustible. La desventaja: su capacidad energética no es tan alta como la del combustible fósil, por lo que el desempeño es menor, pero como sus emisiones son básicamente de vapor de agua, las emisiones de CO2 y óxidos de nitrógeno desaparecen. Incluso, son más económicos este tipo de motores para el uso de hidrógeno que las tecnologías para vehículos eléctricos y sus baterías.

En el otro caso se utiliza el hidrógeno para generar electricidad e impulsar con ella el (los) motore(s) eléctrico(s) del vehículo; así se evitan las baterías pesadas y caras, ya que la electricidad se genera conforme se requiere. En ambos casos se necesita también infraestructura de distribución del hidrógeno, así como todas las medidas de seguridad necesarias, ya que es muy volátil y puede ser peligroso si no se maneja con cuidado.

De acuerdo a un estudio de McKinsey & Company, para el 2035 se espera que la mayoría de los camiones medios y pesados que se vendan en China, Europa y EE.UU., sean eléctricos o de células de combustible; representarán alrededor del 80 por ciento de las ventas y entre el 40 y 50 por ciento de los vehículos en uso comercial.

 

Seguirán los de combustión interna

Pero, de cualquier forma, los motores de combustión no se han despedido, y tienen sus ventajas, porque ofrecen un menor costo, más capacidad de distancia recorrida por tanque y mayor facilidad y rapidez para recargar el combustible. Así que las ganancias que se puedan alcanzar con estos vehículos también son importantes.

Por ejemplo, una reducción de peso por el uso de materiales más ligeros provenientes de otras industrias, o mejoras aerodinámicas, beneficiarían la eficiencia de consumo de combustible; también reducirían los costos de mantenimiento, los frenos tendían una mayor duración, al igual que las llantas, al cargar menos peso, así que los motores de combustión no se acabarán tan rápido como pudiera parecer, a pesar de los estímulos para cambiar a vehículos eléctricos.

La electrónica también juega un papel cada vez más importante, ya que hace más eficientes los motores y puede controlar mejor los sistemas auxiliares, como ventiladores, bombas, compresores, para que operen solo cuando sea necesario. También cuando el vehículo frena o va en pendientes de descenso, podría almacenar energía para utilizarse después.

El panorama a futuro de las nuevas tecnologías que se tiene por ahora es este; las nuevas tecnologías de propulsión menos costosas y pesadas pudieran ayudar a los vehículos eléctricos, pero el hidrógeno parece una mejor opción hacia el futuro, al menos por lo que se ve por ahora.